lunes, 29 de agosto de 2011

EL PERRO FIEL


Una pareja de jóvenes llevaban varios años casados y nunca pudieron tener hijos. Para no sentirse solos, compraron un cachorro pastor alemán y lo amaron como si fuera su propio hijo. El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso pastor alemán.
El perro salvó, en más de una ocasión, a la pareja de ser atacada por ladrones. Siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro.
Después de siete años de tener al perro, la pareja logró tener el hijo tan ansiado. La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones que tenían con el perro. Este se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebé y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años.
Un día la pareja dejó al bebé plácidamente durmiendo en la cuna y fueron a la terraza a preparar una carne asada. Cual no fue su sorpresa cuando se dirigían al cuarto del bebe y ven al perro en el pasillo con la boca ensangrentada, moviéndoles la cola.
El dueño del perro pensó lo peor, saco un arma que llevaba y en el acto mató al perro. Después corre al cuarto del bebe y encuentra una gran serpiente degollada.
El dueño comienza a llorar y exclama: ¡he matado a mi perro fiel!

¿Cuántas veces hemos juzgado injustamente a las personas? Lo que es peor,  las juzgamos y condenamos sin investigar a qué se debe su comportamiento, cuáles son sus pensamientos y sentimientos.
Muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario.
La próxima vez que nos sintamos tentados a juzgar y condenar a alguien recordemos la historia del perro fiel, así aprenderemos a no levantar críticas contra una persona hasta el punto de dañar su imagen ante los  demás.


viernes, 26 de agosto de 2011

SIR GAWAIN Y LA SEÑORA


Hace mucho tiempo, en la época del Rey Arturo y de la reina Ginebra, vivía sir Gawain, sobrino del rey y el caballero más cortés y valiente de toda Inglaterra.
Un año, por Navidades, el rey y la reina recibieron a la corte en Carlisle, en el norte del país, y entre ellos se encontraba sir Gawain. El día después de la Navidad, el rey salió solo a caballo hacia el bosque. Al cabo de poco tiempo, llegó a un lago helado en cuya orilla se encontraba un castillo oscuro y sombrío. Mientras el rey observaba la superficie espectacular del lago, un caballero apareció en el portal del castillo provisto de un mazo de considerable tamaño. El rey se fue galopando hacia el caballero y le desafió. Pero a medida que se fue acercando al caballero, el rey Arturo vio que el hombre era un gigante. Era tan alto como dos jinetes valerosos y su cara tenía una expresión feroz. El gigante miró al rey con desprecio, empuñó su espada y su lanza y comenzó a reír.
-Tú eres mi prisionero -dijo-. Pero dado que eres el rey te ofreceré una oportunidad para quedar libre. Si en el plazo de un año encuentras la solución a mi acertijo, te dejaré ir.
-¿Acertijo?-preguntó el rey-.Cuéntame el acertijo.
-El acertijo es el siguiente: ¿Qué es lo que más desean todas las mujeres?-respondió el gigante-.Preséntate en este mismo lugar y desarmado dentro de un año a partir de hoy. Si no tienes la respuesta serás mi prisionero. Y con otra sonora carcajada hizo girar su caballo y se fue galopando hacia el interior de su lúgubre castillo.
El rey Arturo volvió a través del bosque cavilando sobre el acertijo y con el miedo en el cuerpo. Cuando llegó a la corte contó a sus caballeros todo lo que había pasado. Cuando tuvieron noticia de que el rey sería aprisionado en caso de no resolver el acertijo, los caballeros comenzaron a buscar de una punta del reino a la otra, preguntándole a todo el mundo la solución del mismo. A lo largo de sus múltiples viajes escucharon muchas respuestas.
-Joyas brillantes-contestó un hombre. Vestidos de seda, dijeron otros. Y cuando los caballeros le llevaron esas respuestas al rey éste supo, de algún modo, que ninguna de ellas era la correcta.
Pasó un año y, tal como había prometido, el rey Arturo tenía que volver al castillo situado en la orilla del lago helado. Iba cabalgando lentamente y se encontraba muy alicaído. De repente, una voz gritó:
-¿Por que está tan triste, milord Arturo, el rey?
Miró hacia arriba y vio a una mujer delante suyo sentada sobre un tronco. Tenía la nariz retorcida, la piel cubierta de manchas repulsivas y el pelo enredado y apelmazado, y el rey pensó que era la mujer más fea que había visto en toda su vida.
-¿Porque está tan triste, milord Arturo, el rey?-repitió la señora fea.
La señora sabe mi nombre, pensó el rey sorprendido. Temía que hubiera detectado en su expresión lo fea que la encontraba. Tuvo el detalle de mirar en otra dirección cuando le respondió:
-Estoy triste porque tengo que responder una adivinanza-dijo-o seré prisionero de un caballero gigante.
-¿De qué se trata el acertijo?-preguntó la señora fea.
-¿Que es lo que más desean todas las mujeres?
La señora fea se echó a reír.
-Éste si es fácil-le dijo.
El corazón del rey comenzó a latir fuerte.
-Dígame la solución, milady -le dijo-y le concederé cualquier favor que me pida.
-¿Cualquier cosa que pida? -preguntó la señora y esgrimió una sonrisa asquerosa.
El rey Arturo volvió a mirar, prudentemente, en otra dirección cuando contestó:
-Cualquier cosa, señora-
-Entonces deje que le susurre la respuesta al oído-dijo la señora, y el rey se bajó del caballo, escuchó y, acto seguido, sin mirarle todavía a la cara, le dio las gracias y se fue cabalgando.
El rey llegó rápidamente al lago helado, donde vio al caballero gigante cabalgando hacia él proveniente del castillo sombrío.
-Bueno pues, milord rey-dijo el gigante entre risas- ¿me ha traído la respuesta a mi acertijo?
Y el rey le dio la respuesta que la señora fea le había susurrado.
El gigante estaba furioso.
-¡Tiene la respuesta! ¡Sólo existe una persona que la sabe! ¡Mi hermana! Ella se la debe haber dicho.
E hizo girar su caballo y desapareció, mientras su rugido furioso retumbaba en el bosque.
Ahora le tocaba reír al rey Arturo. Se fue cabalgando hacia el tronco donde todavía permanecía sentada la señora fea.
-Dígame, milord rey-dijo con su fea sonrisa-, ¿fue correcta mi respuesta?
-Sí lo fue, señora mía-respondió el rey-. Y ahora tal como le prometí, le concederé cualquier favor que me pida.
-Le pido lo siguiente-dijo-. Pido que Gawain, el caballero más cortés, valiente de toda Inglaterra se convierta en mi marido.
El rey se quedó perplejo y horrorizado.
-Señora, por mucho que sea el rey, no puedo obligar a Gawain a casarse en contra de su voluntad.
-Me dio su palabra-dijo la señora fea-. Ahora ve en busca suya y me lo traes.
Arturo volvió cabalgando a través del bosque hacia la corte, otra vez con el ánimo por lo suelos. Cuando le vieron llegar, toda la corte se regocijó de verlo a salvo y se aglomeró a su alrededor preguntándole qué respuesta había sido la correcta.
Pero el rey suspiró.
Ninguna de vuestras respuestas fue la correcta-dijo. Y, a continuación les contó la historia de la señora fea y su respuesta, y el favor que le había pedido a cambio.
-Me casaré con esa señora, tío-dijo Gawain tranquilamente, porque no sólo era el caballero más cortés y valiente de toda Inglaterra, sino también un sobrino abnegado.
-Lo haré por usted.
Y el rey le contó detalles sobre la nariz retorcida de la señora, su piel cubierta de repugnantes manchas y su pelo enredado y apelmazado, pero Gawain insistió.
-He decidido casarme con ella-dijo-por amor a usted.
Y se fue hacia el bosque donde encontró a la señora fea sentada encima del tronco. Se quedó tan perplejo al ver su cara que no le salía palabra alguna. Parecía incluso más horrorosa de lo que su tío le había dicho.
Pero entonces recordó que había dado su palabra al rey. Y por lo tanto, alejando la mirada cuidadosamente de la cara de la señora, hizo una reverencia delante de ella y preguntó:
-¿Señora, desea ser mi esposa? - Y ella aceptó.
Gawain y la señora se casaron en la abadía de Carlisle. Todo el mundo lo festejó y bailó y, a continuación, los invitados condujeron a sir Gawain y a la señora fea hasta la cámara nupcial y cerraron la puerta detrás de ellos. Ahora, los dos estaban solos. La señora le sonrió a su marido y el respondió con otra sonrisa y un suspiro. Pensando que todavía tenía un aspecto horripilante, la cogió en sus brazos, cerró los ojos y la besó.
Cuando Gawain abrió sus ojos encontró en sus brazos a la chica más hermosa que había visto nunca. Sus ojos brillaban como piedras preciosas, su piel resplandecía y su pelo se rizaba alrededor de su cara.
Gawain se quedó estupefacto.
-Ahora has roto la mitad del hechizo-dijo la señora-. Mi madrastra me echó el hechizo de que sería horrorosamente fea hasta que encontrara a un buen marido. Ahora te tengo que ofrecer una alternativa. ¿Qué prefieres, Gawain, que yo sea la señora fea de día y guapa de noche? ¿O de aspecto agraciado de día y horripilante de noche en nuestra cámara nupcial?
Gawain permaneció en silencio.
-Te preferiría fea de día y-comenzó-. No, hermosa de día y ...¡no!
Y pensó y pensó sobre la elección que debía tomar hasta que, finalmente, suspiró:
- No puedo tomar esta decisión por ti, mi querida esposa-dijo por último-. Debes elegir tú misma.
Y entonces, la señora sonrió de todo corazón y cogió sus manos entre las suyas.
-Has roto el maldito hechizo en su totalidad-dijo con alborozo-; de aquí en adelante siempre seré, de día y de noche, tal como me ves ahora. Libremente has dado la respuesta al acertijo que mi hermano impuso al rey: ¿que es lo que más desea una mujer? Y la respuesta es: la capacidad de poder elegir lo que ella quiera.
Y a partir de ese día, sir Gawain y la hermosa señora vivieron juntos y fueron muy felices.


martes, 26 de julio de 2011

EL TEJIDO

Mencius sólo tenía tres años cuando perdió a su padre, y su madre trabajaba muy penosamente para proporcionar a su hijo una buena educación. Para ello llevóle a la escuela, lo que en un principio no desagradó a Mencius, pero no tardó mucho en aflojar en sus estudios, hasta que, por último, dando de mano a los libros abandonó la escuela y volviose a su casa. La madre estaba tejiendo una pieza de tela en la que había empleado mucho trabajo y la que valía mucho dinero. Tan pronto como vió entrar a Mencius en la casa, cogió un cuchillo y cortó la tela de arriba abajo, destruyéndola completamente.
-¡Hijo mío!- le dijo -tú no tienes la mitad de tristeza al verme cortar este tejido que tengo yo por verte abandonar tus estudios.
Mencius se impresionó tanto ante esta acción de su madre, que volvió a la escuela en seguida para estudiar siempre con aplicación verdadera.

viernes, 15 de abril de 2011

UN LUGAR EN EL BOSQUE

Esta historia nos cuenta de un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov.
Baal Shem Tov era conocido dentro de su comunidad porque todos decían que él era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.
Se había hecho una tradición en este pueblo:
Todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaba algo que no habían podido conseguir iban a ver al rabino.
Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único, que él conocía, en medio del bosque. Y una vez allí, cuenta la leyenda, que Baal Shem Tov armaba con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja... como si fuera para él mismo.
Y dicen... que Dios le gustaban tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego armado de esa manera, quería tanto a esa reunión de gente en ese lugar del bosque... que no podía resistir el pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que ahí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo...
Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían cómo armar el fuego.
Una vez al año, siguiendo la tradición de Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo lugar en el bosque, prendían el fuego de la manera en que habían aprendido del viejo rabino, y como no conocían las palabras cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de cualquier cosa en ese mismo lugar alrededor del fuego.
Y dicen... que Dios gustaba tanto del fuego encendido, gustaba tanto de ese lugar en el bosque y de esa gente reunida... que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igual concedía los deseos a todos los que ahí estaban.
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo...
Y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque.
No sabemos cuáles son las palabras.
Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que Baal Shem Tov lo hacía...
Sin embargo hay algo que sí sabemos:
Sabemos esta historia.
Sabemos este cuento...
Y dicen... que Dios adora tanto este cuento...que le gusta tanto esta historia...que basta que alguien la cuente...y que alguien la escuche...para que Él, complacido, satisfaga cualquier necesidad y conceda cualquier deseo a todos los que están compartiendo este momento...
Amén... (Así sea...)

miércoles, 13 de abril de 2011

TIENES QUE DIVORCIARTE Y CASARTE CON OTRA MUJER

"Una vez, cuenta el padre Carlos Vallés, asusté a un joven marido que me pedía consejo sobre su matrimonio en peligro. Este me había hablado de su esposa con tantos detalles negativos que parecía imposible que pudiera seguir viviendo con ella. Yo le di entonces mi consejo. "Tiene que divorciarte de tu mujer". Aquel joven marido quedó asombrado que un sacerdote le diera este consejo, y casi se cayó de espalda cuando el padre insistió diciéndole: "¡Sí, tienes que divorciarte y casarte con otra mujer!
"Pero ¿cómo padre me dice esto? No entiendo." replicó. Y yo le expliqué sonriendo. "Sí , tienes que divorciarte de la mujer ideal de tus sueños, y casarte con la mujer de carne y hueso que tienes en tu casa".
Amar de veras implica querer al otro como es, con todos los defectos que tiene y no como tendría que ser o cómo nos gustaría que fuese. Dios no nos ama porque somos dignos de amor sino que somos dignos de amor porque Dios nos ama. Y Dios nos ama como somos, así, en concreto, con los ojos abiertos sobre nuestras virtudes. y nuestros defectos.
El amor de los novios es ciego en cuanto a los defectos del otro, pero también vidente en cuanto a las cualidades que sólo el enamorado es capaz de ver. Cuando, con el pasar de los años, las cualidades, que tanto los encantaban, disminuyen o desaparecen y quedan al descubierto los defectos, que antes estaban escondidos, entonces parece que el amor ya no existe y los esposos llegan a pensar que el amor se ha ido. En realidad, amor únicamente fundado sobre las cualidades, no es verdadero amor. Se aman las cualidades físicas o psicológicas o morales pero no se ama a la persona que es el sujeto profundo de las cualidades. Si el amor desaparece, es que probablemente, nunca existió. Pero si el amor llega a ser un amor personal, un amor a la persona única e irrepetible, entonces no va a desaparecer por el hecho de que desaparecen las cualidades. La persona es siempre la misma aunque cambia a lo largo del tiempo.

martes, 12 de abril de 2011

PEQUEÑA ANECDOTA (verídica)

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad.
Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.
Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.
Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
"Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después aplica la fórmula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar.
Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares).
Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado "enseñarle a pensar".
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nóbel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica

viernes, 8 de abril de 2011

EL TESORO ENTERRADO

Había una vez en la ciudad de Cracovia, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río; soñó que a un costado del río y debajo del puente se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda su vida.
Al principio Izy no le dio importancia, pero después de repetirse el sueño durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que él no podía desoír esta información que le llegaba de Dios o no se sabía de dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para una larga travesía y partió hacia Praga.
Después de seis días de marcha, el anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar, en las afueras de la ciudad, el puente sobre el río.
No había muchos ríos, ni muchos puentes. Así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente ya un costado del río, el árbol debajo del cual debía cavar.
Sólo había un detalle que en el sueño no había aparecido: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.
Izy no se animaba a cavar mientras estuviera allí el soldado, así que acampó cerca del puente y esperó. A la segunda noche el soldado empezó a sospechar de ese hombre cerca de SU puente, así que se aproximó para interrogarlo.
El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que venía viajando desde una ciudad muy lejana, porque había soñado que en Praga debajo de un puente como éste, había un tesoro enterrado.
El guardia empezó a reírse a carcajadas:
—Mira que has viajado mucho por una estupidez –le dijo el guardia—. Hace tres años que yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de la casa de un viejo loco, de nombre Izy, hay un tesoro enterrado. Ja... Ja... mira si yo debiera irme a Cracovia para buscar a este Izy y cavar debajo de su cocina... Ja... Ja... Ja....Izy agradeció humildemente al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo debajo de su propia cocina y sacó el tesoro que siempre había estado allí enterrado...