lunes, 29 de agosto de 2011

EL PERRO FIEL


Una pareja de jóvenes llevaban varios años casados y nunca pudieron tener hijos. Para no sentirse solos, compraron un cachorro pastor alemán y lo amaron como si fuera su propio hijo. El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso pastor alemán.
El perro salvó, en más de una ocasión, a la pareja de ser atacada por ladrones. Siempre fue muy fiel, quería y defendía a sus dueños contra cualquier peligro.
Después de siete años de tener al perro, la pareja logró tener el hijo tan ansiado. La pareja estaba muy contenta con su nuevo hijo y disminuyeron las atenciones que tenían con el perro. Este se sintió relegado y comenzó a sentir celos del bebé y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años.
Un día la pareja dejó al bebé plácidamente durmiendo en la cuna y fueron a la terraza a preparar una carne asada. Cual no fue su sorpresa cuando se dirigían al cuarto del bebe y ven al perro en el pasillo con la boca ensangrentada, moviéndoles la cola.
El dueño del perro pensó lo peor, saco un arma que llevaba y en el acto mató al perro. Después corre al cuarto del bebe y encuentra una gran serpiente degollada.
El dueño comienza a llorar y exclama: ¡he matado a mi perro fiel!

¿Cuántas veces hemos juzgado injustamente a las personas? Lo que es peor,  las juzgamos y condenamos sin investigar a qué se debe su comportamiento, cuáles son sus pensamientos y sentimientos.
Muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario.
La próxima vez que nos sintamos tentados a juzgar y condenar a alguien recordemos la historia del perro fiel, así aprenderemos a no levantar críticas contra una persona hasta el punto de dañar su imagen ante los  demás.


viernes, 26 de agosto de 2011

SIR GAWAIN Y LA SEÑORA


Hace mucho tiempo, en la época del Rey Arturo y de la reina Ginebra, vivía sir Gawain, sobrino del rey y el caballero más cortés y valiente de toda Inglaterra.
Un año, por Navidades, el rey y la reina recibieron a la corte en Carlisle, en el norte del país, y entre ellos se encontraba sir Gawain. El día después de la Navidad, el rey salió solo a caballo hacia el bosque. Al cabo de poco tiempo, llegó a un lago helado en cuya orilla se encontraba un castillo oscuro y sombrío. Mientras el rey observaba la superficie espectacular del lago, un caballero apareció en el portal del castillo provisto de un mazo de considerable tamaño. El rey se fue galopando hacia el caballero y le desafió. Pero a medida que se fue acercando al caballero, el rey Arturo vio que el hombre era un gigante. Era tan alto como dos jinetes valerosos y su cara tenía una expresión feroz. El gigante miró al rey con desprecio, empuñó su espada y su lanza y comenzó a reír.
-Tú eres mi prisionero -dijo-. Pero dado que eres el rey te ofreceré una oportunidad para quedar libre. Si en el plazo de un año encuentras la solución a mi acertijo, te dejaré ir.
-¿Acertijo?-preguntó el rey-.Cuéntame el acertijo.
-El acertijo es el siguiente: ¿Qué es lo que más desean todas las mujeres?-respondió el gigante-.Preséntate en este mismo lugar y desarmado dentro de un año a partir de hoy. Si no tienes la respuesta serás mi prisionero. Y con otra sonora carcajada hizo girar su caballo y se fue galopando hacia el interior de su lúgubre castillo.
El rey Arturo volvió a través del bosque cavilando sobre el acertijo y con el miedo en el cuerpo. Cuando llegó a la corte contó a sus caballeros todo lo que había pasado. Cuando tuvieron noticia de que el rey sería aprisionado en caso de no resolver el acertijo, los caballeros comenzaron a buscar de una punta del reino a la otra, preguntándole a todo el mundo la solución del mismo. A lo largo de sus múltiples viajes escucharon muchas respuestas.
-Joyas brillantes-contestó un hombre. Vestidos de seda, dijeron otros. Y cuando los caballeros le llevaron esas respuestas al rey éste supo, de algún modo, que ninguna de ellas era la correcta.
Pasó un año y, tal como había prometido, el rey Arturo tenía que volver al castillo situado en la orilla del lago helado. Iba cabalgando lentamente y se encontraba muy alicaído. De repente, una voz gritó:
-¿Por que está tan triste, milord Arturo, el rey?
Miró hacia arriba y vio a una mujer delante suyo sentada sobre un tronco. Tenía la nariz retorcida, la piel cubierta de manchas repulsivas y el pelo enredado y apelmazado, y el rey pensó que era la mujer más fea que había visto en toda su vida.
-¿Porque está tan triste, milord Arturo, el rey?-repitió la señora fea.
La señora sabe mi nombre, pensó el rey sorprendido. Temía que hubiera detectado en su expresión lo fea que la encontraba. Tuvo el detalle de mirar en otra dirección cuando le respondió:
-Estoy triste porque tengo que responder una adivinanza-dijo-o seré prisionero de un caballero gigante.
-¿De qué se trata el acertijo?-preguntó la señora fea.
-¿Que es lo que más desean todas las mujeres?
La señora fea se echó a reír.
-Éste si es fácil-le dijo.
El corazón del rey comenzó a latir fuerte.
-Dígame la solución, milady -le dijo-y le concederé cualquier favor que me pida.
-¿Cualquier cosa que pida? -preguntó la señora y esgrimió una sonrisa asquerosa.
El rey Arturo volvió a mirar, prudentemente, en otra dirección cuando contestó:
-Cualquier cosa, señora-
-Entonces deje que le susurre la respuesta al oído-dijo la señora, y el rey se bajó del caballo, escuchó y, acto seguido, sin mirarle todavía a la cara, le dio las gracias y se fue cabalgando.
El rey llegó rápidamente al lago helado, donde vio al caballero gigante cabalgando hacia él proveniente del castillo sombrío.
-Bueno pues, milord rey-dijo el gigante entre risas- ¿me ha traído la respuesta a mi acertijo?
Y el rey le dio la respuesta que la señora fea le había susurrado.
El gigante estaba furioso.
-¡Tiene la respuesta! ¡Sólo existe una persona que la sabe! ¡Mi hermana! Ella se la debe haber dicho.
E hizo girar su caballo y desapareció, mientras su rugido furioso retumbaba en el bosque.
Ahora le tocaba reír al rey Arturo. Se fue cabalgando hacia el tronco donde todavía permanecía sentada la señora fea.
-Dígame, milord rey-dijo con su fea sonrisa-, ¿fue correcta mi respuesta?
-Sí lo fue, señora mía-respondió el rey-. Y ahora tal como le prometí, le concederé cualquier favor que me pida.
-Le pido lo siguiente-dijo-. Pido que Gawain, el caballero más cortés, valiente de toda Inglaterra se convierta en mi marido.
El rey se quedó perplejo y horrorizado.
-Señora, por mucho que sea el rey, no puedo obligar a Gawain a casarse en contra de su voluntad.
-Me dio su palabra-dijo la señora fea-. Ahora ve en busca suya y me lo traes.
Arturo volvió cabalgando a través del bosque hacia la corte, otra vez con el ánimo por lo suelos. Cuando le vieron llegar, toda la corte se regocijó de verlo a salvo y se aglomeró a su alrededor preguntándole qué respuesta había sido la correcta.
Pero el rey suspiró.
Ninguna de vuestras respuestas fue la correcta-dijo. Y, a continuación les contó la historia de la señora fea y su respuesta, y el favor que le había pedido a cambio.
-Me casaré con esa señora, tío-dijo Gawain tranquilamente, porque no sólo era el caballero más cortés y valiente de toda Inglaterra, sino también un sobrino abnegado.
-Lo haré por usted.
Y el rey le contó detalles sobre la nariz retorcida de la señora, su piel cubierta de repugnantes manchas y su pelo enredado y apelmazado, pero Gawain insistió.
-He decidido casarme con ella-dijo-por amor a usted.
Y se fue hacia el bosque donde encontró a la señora fea sentada encima del tronco. Se quedó tan perplejo al ver su cara que no le salía palabra alguna. Parecía incluso más horrorosa de lo que su tío le había dicho.
Pero entonces recordó que había dado su palabra al rey. Y por lo tanto, alejando la mirada cuidadosamente de la cara de la señora, hizo una reverencia delante de ella y preguntó:
-¿Señora, desea ser mi esposa? - Y ella aceptó.
Gawain y la señora se casaron en la abadía de Carlisle. Todo el mundo lo festejó y bailó y, a continuación, los invitados condujeron a sir Gawain y a la señora fea hasta la cámara nupcial y cerraron la puerta detrás de ellos. Ahora, los dos estaban solos. La señora le sonrió a su marido y el respondió con otra sonrisa y un suspiro. Pensando que todavía tenía un aspecto horripilante, la cogió en sus brazos, cerró los ojos y la besó.
Cuando Gawain abrió sus ojos encontró en sus brazos a la chica más hermosa que había visto nunca. Sus ojos brillaban como piedras preciosas, su piel resplandecía y su pelo se rizaba alrededor de su cara.
Gawain se quedó estupefacto.
-Ahora has roto la mitad del hechizo-dijo la señora-. Mi madrastra me echó el hechizo de que sería horrorosamente fea hasta que encontrara a un buen marido. Ahora te tengo que ofrecer una alternativa. ¿Qué prefieres, Gawain, que yo sea la señora fea de día y guapa de noche? ¿O de aspecto agraciado de día y horripilante de noche en nuestra cámara nupcial?
Gawain permaneció en silencio.
-Te preferiría fea de día y-comenzó-. No, hermosa de día y ...¡no!
Y pensó y pensó sobre la elección que debía tomar hasta que, finalmente, suspiró:
- No puedo tomar esta decisión por ti, mi querida esposa-dijo por último-. Debes elegir tú misma.
Y entonces, la señora sonrió de todo corazón y cogió sus manos entre las suyas.
-Has roto el maldito hechizo en su totalidad-dijo con alborozo-; de aquí en adelante siempre seré, de día y de noche, tal como me ves ahora. Libremente has dado la respuesta al acertijo que mi hermano impuso al rey: ¿que es lo que más desea una mujer? Y la respuesta es: la capacidad de poder elegir lo que ella quiera.
Y a partir de ese día, sir Gawain y la hermosa señora vivieron juntos y fueron muy felices.


martes, 26 de julio de 2011

EL TEJIDO

Mencius sólo tenía tres años cuando perdió a su padre, y su madre trabajaba muy penosamente para proporcionar a su hijo una buena educación. Para ello llevóle a la escuela, lo que en un principio no desagradó a Mencius, pero no tardó mucho en aflojar en sus estudios, hasta que, por último, dando de mano a los libros abandonó la escuela y volviose a su casa. La madre estaba tejiendo una pieza de tela en la que había empleado mucho trabajo y la que valía mucho dinero. Tan pronto como vió entrar a Mencius en la casa, cogió un cuchillo y cortó la tela de arriba abajo, destruyéndola completamente.
-¡Hijo mío!- le dijo -tú no tienes la mitad de tristeza al verme cortar este tejido que tengo yo por verte abandonar tus estudios.
Mencius se impresionó tanto ante esta acción de su madre, que volvió a la escuela en seguida para estudiar siempre con aplicación verdadera.

viernes, 15 de abril de 2011

UN LUGAR EN EL BOSQUE

Esta historia nos cuenta de un famoso rabino jasídico: Baal Shem Tov.
Baal Shem Tov era conocido dentro de su comunidad porque todos decían que él era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.
Se había hecho una tradición en este pueblo:
Todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaba algo que no habían podido conseguir iban a ver al rabino.
Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único, que él conocía, en medio del bosque. Y una vez allí, cuenta la leyenda, que Baal Shem Tov armaba con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja... como si fuera para él mismo.
Y dicen... que Dios le gustaban tanto esas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego armado de esa manera, quería tanto a esa reunión de gente en ese lugar del bosque... que no podía resistir el pedido de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que ahí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie sabía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo...
Pero conocían el lugar en el bosque. Sabían cómo armar el fuego.
Una vez al año, siguiendo la tradición de Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunían en ese mismo lugar en el bosque, prendían el fuego de la manera en que habían aprendido del viejo rabino, y como no conocían las palabras cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban y hablaban de cualquier cosa en ese mismo lugar alrededor del fuego.
Y dicen... que Dios gustaba tanto del fuego encendido, gustaba tanto de ese lugar en el bosque y de esa gente reunida... que aunque nadie decía las palabras adecuadas, igual concedía los deseos a todos los que ahí estaban.
El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo...
Y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque.
No sabemos cuáles son las palabras.
Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego a la manera que Baal Shem Tov lo hacía...
Sin embargo hay algo que sí sabemos:
Sabemos esta historia.
Sabemos este cuento...
Y dicen... que Dios adora tanto este cuento...que le gusta tanto esta historia...que basta que alguien la cuente...y que alguien la escuche...para que Él, complacido, satisfaga cualquier necesidad y conceda cualquier deseo a todos los que están compartiendo este momento...
Amén... (Así sea...)

miércoles, 13 de abril de 2011

TIENES QUE DIVORCIARTE Y CASARTE CON OTRA MUJER

"Una vez, cuenta el padre Carlos Vallés, asusté a un joven marido que me pedía consejo sobre su matrimonio en peligro. Este me había hablado de su esposa con tantos detalles negativos que parecía imposible que pudiera seguir viviendo con ella. Yo le di entonces mi consejo. "Tiene que divorciarte de tu mujer". Aquel joven marido quedó asombrado que un sacerdote le diera este consejo, y casi se cayó de espalda cuando el padre insistió diciéndole: "¡Sí, tienes que divorciarte y casarte con otra mujer!
"Pero ¿cómo padre me dice esto? No entiendo." replicó. Y yo le expliqué sonriendo. "Sí , tienes que divorciarte de la mujer ideal de tus sueños, y casarte con la mujer de carne y hueso que tienes en tu casa".
Amar de veras implica querer al otro como es, con todos los defectos que tiene y no como tendría que ser o cómo nos gustaría que fuese. Dios no nos ama porque somos dignos de amor sino que somos dignos de amor porque Dios nos ama. Y Dios nos ama como somos, así, en concreto, con los ojos abiertos sobre nuestras virtudes. y nuestros defectos.
El amor de los novios es ciego en cuanto a los defectos del otro, pero también vidente en cuanto a las cualidades que sólo el enamorado es capaz de ver. Cuando, con el pasar de los años, las cualidades, que tanto los encantaban, disminuyen o desaparecen y quedan al descubierto los defectos, que antes estaban escondidos, entonces parece que el amor ya no existe y los esposos llegan a pensar que el amor se ha ido. En realidad, amor únicamente fundado sobre las cualidades, no es verdadero amor. Se aman las cualidades físicas o psicológicas o morales pero no se ama a la persona que es el sujeto profundo de las cualidades. Si el amor desaparece, es que probablemente, nunca existió. Pero si el amor llega a ser un amor personal, un amor a la persona única e irrepetible, entonces no va a desaparecer por el hecho de que desaparecen las cualidades. La persona es siempre la misma aunque cambia a lo largo del tiempo.

martes, 12 de abril de 2011

PEQUEÑA ANECDOTA (verídica)

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad.
Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.
Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.
Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
"Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después aplica la fórmula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar.
Le dio la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares).
Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus profesores habían intentado "enseñarle a pensar".
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nóbel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica

viernes, 8 de abril de 2011

EL TESORO ENTERRADO

Había una vez en la ciudad de Cracovia, un anciano piadoso y solidario que se llamaba Izy. Durante varias noches, Izy soñó que viajaba a Praga y llegaba hasta un puente sobre un río; soñó que a un costado del río y debajo del puente se hallaba un frondoso árbol. Soñó que él mismo cavaba un pozo al lado del árbol y que de ese pozo sacaba un tesoro que le traía bienestar y tranquilidad para toda su vida.
Al principio Izy no le dio importancia, pero después de repetirse el sueño durante varias semanas, interpretó que era un mensaje y decidió que él no podía desoír esta información que le llegaba de Dios o no se sabía de dónde, mientras dormía.
Así que, fiel a su intuición, cargó su mula para una larga travesía y partió hacia Praga.
Después de seis días de marcha, el anciano llegó a Praga y se dedicó a buscar, en las afueras de la ciudad, el puente sobre el río.
No había muchos ríos, ni muchos puentes. Así que rápidamente encontró el lugar que buscaba. Todo era igual que en su sueño: el río, el puente ya un costado del río, el árbol debajo del cual debía cavar.
Sólo había un detalle que en el sueño no había aparecido: el puente era custodiado día y noche por un soldado de la guardia imperial.
Izy no se animaba a cavar mientras estuviera allí el soldado, así que acampó cerca del puente y esperó. A la segunda noche el soldado empezó a sospechar de ese hombre cerca de SU puente, así que se aproximó para interrogarlo.
El viejo no encontró razón para mentirle. Por eso le contó que venía viajando desde una ciudad muy lejana, porque había soñado que en Praga debajo de un puente como éste, había un tesoro enterrado.
El guardia empezó a reírse a carcajadas:
—Mira que has viajado mucho por una estupidez –le dijo el guardia—. Hace tres años que yo sueño todas las noches que en la ciudad de Cracovia, debajo de la cocina de la casa de un viejo loco, de nombre Izy, hay un tesoro enterrado. Ja... Ja... mira si yo debiera irme a Cracovia para buscar a este Izy y cavar debajo de su cocina... Ja... Ja... Ja....Izy agradeció humildemente al guardia y regresó a su casa.
Al llegar, cavó un pozo debajo de su propia cocina y sacó el tesoro que siempre había estado allí enterrado...

miércoles, 6 de abril de 2011

EL VENDEDOR DE GLOBOS

Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.
Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y juguetes para que los chicos gastaran allí  los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o pagándoles trabajitos extras.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.
Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora.
El primer niño gritó:
-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que un tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá  le comprara  un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas, tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó cogerlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo cogiera.
Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.
Y el negrito le contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:
-Haz tu mismo la prueba. Suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro.                     

martes, 29 de marzo de 2011

LA ROSA Y EL SAPO

Había una vez una rosa roja muy hermosa y bella. Que maravilla al saber que era la rosa mas bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos.
            Un día se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Esta bien, si así lo quieres. Poco tiempo después el sapo paso por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces: Vaya que te ves muy mal. ¿Que te paso? La rosa contestó Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual. El sapo solo contesto, Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la mas bella del jardín.

Moraleja: Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos mas que ellos, mas bellos o simplemente que no nos "sirven" para nada.. Dios no hace a nadie para que este sobrando en este mundo, todos tenemos algo especial que hacer, algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes.

viernes, 25 de marzo de 2011

EL ALACRÁN

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose.
El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó.
Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
"Perdone, ¡pero usted es terco¡ ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?".
El maestro respondió: "La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar".
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad; otros la crean.

viernes, 18 de marzo de 2011

HACE ALGUN TIEMPO ALGUIEN ME PREGUNTÓ...

Hace tiempo alguien me preguntó... si yo cambiaría algo en mi vida en el caso de tener la oportunidad de volver a nacer.
No, contesté. Sin embargo, comencé a pensar...
Si volviera a nacer hablaría menos y escucharía más. Invitaría a mis amigos a cenar a mi casa aún cuando el mantel estuviera manchado y el sofá algo desteñido. Dedicaría un tiempo para escuchar a mi abuelo divagar sobre su juventud. Nunca insistiría en que subieran las ventanillas del auto en un día de verano, sólo porque mi cabello estuviera recién peinado. Me sentaría en el césped con mis hijos sin preocuparme de las manchas que éste pudiera dejarme en la ropa. Lloraría y reiría menos al estar frente al televisor y más frente a la vida. Compartiría más responsabilidades con mis amigos. Me metería en la cama cuando me sintiera enferma, en lugar de pretender que el mundo se detuviera sólo por mi falta de actividad.
En lugar de desear que terminasen de una buena vez los nueve meses de embarazo, disfrutaría cada momento y entendería que la maravilla que crece dentro de mí es mi única oportunidad en la vida para ayudar a Dios a realizar un milagro.
Si mis hijos me besaran impetuosamente nunca les diría: “Más tarde, ahora lávense las manos para la cena”. Diría más a menudo “te amo” y “lo siento”. Pero más que cualquier otra cosa, le daría otra oportunidad a la vida, capturaría cada minuto... no sólo lo vería, sino que realmente lo miraría... lo viviría, y nunca lo devolvería...

martes, 15 de marzo de 2011

LAS RANITAS EN LA CREMA


Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de crema.
Inmediatamente sintieron que se hundían; era imposible nadar o flotar mucho tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos patalearon en la crema para llegar al borde del recipiente pero era inútil, sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sintieron que cada vez era más difícil salir a la superficie a respirar.
Una de ellas dijo en voz alta:
—No puedo más. Es imposible salir de aquí, esta materia no es para nadar. Ya que voy a morir, no veo para qué prolongar este dolor. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril.
Y dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizás más tozuda, se dijo:
—¡No hay caso! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo ya que la muerte me llega, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quisiera morir un segundo antes de que llegue mi hora.
Y siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar un centímetro. ¡Horas y horas!.Y de pronto... de tanto patalear y agitar, agitar y patalear... La crema, se transformó en manteca.
La rana sorprendida dio un salto y patinando llegó hasta el borde del pote.
Desde allí, sólo le quedaba ir croando alegremente de regreso a casa.

lunes, 14 de marzo de 2011

EL HOMBRE QUE SE CREIA MUERTO


Había un señor muy aprensivo respecto de sus propias enfermedades y sobre todo, muy temeroso del día en que le llegara la muerte.
Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:
—Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?
La mujer rió y le dijo que se tocara las manos y los pies.
—Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo.
Si estuvieras muerto, tus manos y tus pies estarían helados.
Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó.
Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a hachar algunos árboles. Cuando llegó al bosque se sacó los guantes y comenzó a hachar.
Sin pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías. Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y las medias y confirmó con horror que sus pies también estaban helados.
En ese momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto.
—No es bueno que un muerto ande por ahí hachando árboles –se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto en el piso helado, las manos en cruz sobre el pecho y los ojos cerrados.
A poco de estar tirado en el piso, una jauría comenzó a acercarse a las alforjas donde estaban las provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron todo lo que había de comestible. El hombre pensó:
—Suerte que tienen que estoy muerto que si no, yo mismo los echaba a patadas.
La jauría siguió husmeando y descubrió el burro atado a un árbol. Fácil presa era de los filosos dientes de los perros. El burro chilló y coceó pero el hombre sólo pensó qué lindo sería defenderlo, si no fuera porque él estaba muerto.
En algunos minutos dieron cuenta del burro, sólo unos pocos perros seguían royendo algún hueso.
La jauría, insaciable, siguió rondando el lugar.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al hachero tirado inmóvil en el piso. Se acercó lentamente (muy lentamente, porque el hombre era muy peligroso y engañador).
En pocos instantes, todos los perros babeando sus fauces rodearon al hombre.
—Ahora me van a comer –pensó—. Si no estuviera muerto, otra sería la historia.
Los perros se acercaron......y viendo su inacción se lo comieron.

jueves, 10 de marzo de 2011

EL PRINCIPE CHINO


Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.
            Sin poder creerlo le preguntó:
            -"¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura"
            -Y la hija respondió: - "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz".
            Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China".
            La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
            En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
            "Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad.
Todas las semillas que entregué eran estériles".

martes, 8 de marzo de 2011

LA HORMIGA PRODUCTIVA

Todos los días, muy temprano llegaba a su empresa la hormiga productiva y feliz. Allí pasaba sus días, trabajando y tarareando canciones. Ella era  productiva y feliz, pero ¡ay! no era supervisada.
            El abejorro gerente general consideró que ello no era posible, así que se creó el puesto de supervisor, para el cual contrataron a un escarabajo con  mucha experiencia.
            La primera preocupación del escarabajo supervisor fue organizar la hora de llegada y de salida y también preparó informes.
            Pronto fue necesario contar con una secretaria para que ayudara a preparar  los informes, así que contrataron una arañita que organizó los archivos y  se encargó del teléfono.
            Mientras tanto la hormiga productiva y feliz trabajaba y trabajaba.
            El abejorro gerente general estaba encantado con los informes del escarabajo supervisor, así que pidió cuadros comparativos y gráficos, indicadores de gestión y análisis de tendencias.
            Entonces fue necesario contratar una cucaracha ayudante para el Supervisor  y fue indispensable un nuevo computador con impresora.
            Pronto la hormiga productiva y feliz dejó de tararear sus melodías y comenzó a quejarse de todo el papeleo que había que hacer ahora.
            El abejorro gerente general, entonces, consideró que era momento de adoptar medidas. Así crearon el cargo de gerente del área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz.
            El cargo fue para una cigarra que alfombró su oficina e hizo adquirir un  sillón especial. El nuevo gerente del área - claro está – necesitó un nuevo  computador y cuando se tiene más de un ordenador se necesita una red  local.
            El nuevo gerente pronto necesitó un asistente (que había sido su ayudante  en la empresa anterior), para que le ayudara a preparar el plan estratégico  y el presupuesto para el área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz.
            La hormiga ya no tarareaba sus viejas melodías y cada vez se le notaba más  irascible.
"Vamos a tener que contratar un estudio de clima laboral un día de estos"  dijo la cigarra.
            Pero un día el gerente general, al revisar las cifras, se dio cuenta que la  unidad de negocios (donde trabajaba la hormiga productiva y feliz) ya no era tan rentable como antes.
            Así que contrató al búho, prestigioso consultor, para que hiciera un diagnóstico.
            El búho estuvo tres meses en la empresa y pronto emitió un sesudo informe: " Hay demasiada gente en este departamento " Así el gerente general siguió el consejo del consultor y... despidió a la  hormiga.

Moraleja: No se te ocurra por nada del mundo ser una hormiga productiva y feliz. Es  preferible ser un inútil e incompetente. Los incompetentes no necesitan  supervisores, para qué?, todo el mundo lo sabe.

lunes, 7 de marzo de 2011

LAS GRANDES PIEDRAS Y LAS PEQUEÑAS


Cierto día, un motivador experto estaba dando una conferencia a un grupo de profesionales.
Para dejar claro un punto utilizó un ejemplo que los profesionales jamás olvidarán. Parado frente el auditorio lleno de gente dijo:
Quisiera hacerles un pequeño examen.
De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio, de boca ancha, y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de rocas del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro. Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras, preguntó al auditorio:
¿Está lleno este jarro?
Todos los asistentes dijeron: Sí.
Entonces dijo: ¿Están seguros?
Y sacó de debajo de la mesa un barreño con piedras pequeñas de construcción. Echó un poco de las piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomodasen en espacio vacío entre las grandes. Cuando hubo hecho esto, preguntó una vez más:
¿Está lleno este jarro?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: Probablemente no.
Muy bien. Contestó el expositor.
Sacó de debajo de la mesa un cubo lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas: Una vez más preguntó al grupo.
¿Está lleno este jarro?
Esta vez varias personas respondieron a coro: ¡No!
Una vez más el expositor dijo: ¡Muy bien!
Luego sacó una jarra llena de agua y echo agua al jarro hasta que estuvo lleno hasta el mismo borde. Cuando terminó, miró al auditorio y preguntó:
¿ Cuál creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los espectadores levantó la mano y dijo: - La enseñanza es que no importa lo lleno que esté tu horario. Si de verdad lo intentas, siempre podrás hacer más cosas.
¡No!, esa no es la enseñanza. La verdad que esta demostración nos enseña es lo siguiente: Si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento. ¿Cuáles son las piedras grandes en tu vida?¿Un proyecto que deseas hacer funcionar? ¿Tiempo con tu familia? ¿Tu fe o tu educación? ¿Encontrar a alguien especial? ¿Alguna causa que desees apoyar? ¿Enseñar lo que sabes a otros?

Recuerda poner estas piedras grandes primero, o luego no encontrarás un lugar para ellas. Así que hoy a la noche, o mañana al despertar, cuando te acuerdes de esta pequeña anécdota, pregúntate a ti mismo cuáles son las piedras grandes en tu vida y corre a ponerlas primero en tu jarro.

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL GENIO


En la India, había una familia muy pobre que carecía de todo y pasaban muchas necesidades, mientras que a su vecino no le faltaba de nada y vivía en una casa magnífica rodeada de un esplendoroso jardín. La mujer del hombre pobre era bastante envidiosa y se preguntaba de dónde habría sacado los bienes su vecino, así que decidió espiarle y un día vio que el vecino daba tres palmadas y al instante aparecía un genio que llevaba una enorme espada en la cintura; el vecino le dio todo tipo de órdenes sobre el mantenimiento, limpieza y abastecimiento de la casa y el genio las cumplió de inmediato. La mujer volvió corriendo donde estaba su marido y le contó lo que había visto. "Tienes que pedirle que nos preste el genio, así tendremos de todo como él y dejaremos de pasar penalidades", le dijo entusiasmada.
El marido era un poco reacio, pero ante la constante insistencia de la mujer accedió a ir a hablar con el vecino. Llamó a la puerta y su vecino le abrió: "Hola, vecino, vengo a pedirte un grandísimo favor. Mi mujer ha visto que tienes un genio que te ayuda a realizar todas las tareas de la casa y que te consigue todo lo que le pides, nosotros no tenemos nada y pasamos muchas penurias, me gustaría que me prestaras una temporada al genio para así poder dejar de ser tan pobres y conseguir tener algunos bienes" le dijo con gran vergüenza.
El vecino le miró compasivo y contestó: "De acuerdo, te prestaré a mi genio, pero te advierto que no es tan fácil como parece. Cuando se invoca a este genio hay que estarle mandando hacer cosas constantemente, porque si no se hace así, se enfadará y con la gran espada que lleva a la cintura te cortará la cabeza; te lo advierto de nuevo, no es tan fácil como parece estarle mandando cosas constantemente, así que ten mucho cuidado. Mira yo me marcho de viaje y tardaré un par de días en volver, te lo dejo ese tiempo. Lo único que tienes que hacer para invocar al genio es dar tres palmadas y él aparecerá ante ti".
El marido volvió corriendo con gran alegría hasta donde estaba su esposa: "Mira, me ha dejado la jarra que contiene el genio y está a nuestra disposición mientras nuestro vecino esté de viaje. ¡Lo he conseguido! Dejaremos de ser pobres, tendremos de todo y nada faltará a nuestros hijos. ¡Qué alegría!".
La mujer estaba muy impaciente por empezar a pedir cosas y le dijo que invocara al genio de inmediato. El marido dio tres palmadas y al instante el genio apareció ante ellos entre una nube de humo, era impresionante por su gran tamaño, sus lujosas ropas y por la enorme espada que portaba a la cintura: "Hola mi amo, dime qué deseas" dijo el genio.
Tanto el esposo como la mujer se pusieron muy contentos de tener a su disposición al genio y comenzaron a pedir de inmediato: "Quiero que nos construyas una mansión espléndida", dijo la mujer.
El genio chasqueó los dedos y al instante apareció ante ellos una mansión magnífica, muy grande y vistosa. Los esposos se quedaron maravillados ante la belleza y esplendor de la mansión y comenzaron a dar saltos de alegría. "Ahora llena la mansión de estupendos muebles", continuó el marido. El genio volvió a chasquear los dedos y la mansión se llenó de unos muebles muy lujosos. "Ahora queremos buenos ropajes para nosotros y para nuestros hijos", este deseo también se vio satisfecho al instante y así sucesivamente con todo lo que iban pidiendo, todos su deseos eran cumplidos de inmediato.
Cuando el matrimonio y sus hijos estuvieron vestidos con muy buenas ropas e instalados en al mansión se les ocurrió pedir los más ricos manjares que se pudieran concebir para así poder comer hasta saciarse, cosa que nunca habían hecho.
"Bueno, genio, ahora déjanos un rato mientras comemos esta espléndida comida que nos has traído", dijo el marido; pero el genio se le quedó mirando fijamente y le dijo: "Mi amo, ¿qué más deseas ahora?". Al ver que no le decían nada, ya que estaban comiendo con avidez, el genio puso cara de enfado y comenzó a desenvainar muy lentamente su espada. El marido se puso pálido y comenzó a balbucear: "Espera, espera, ahora quiero que me hagas un magnífico jardín"; el genio chasqueó los dedos y el jardín estuvo construido al instante. Así que apenas pudieron disfrutar de la estupenda comida ya que tenían que seguir ordenado cosas al genio. Le hicieron construir un estanque y un riachuelo en el jardín, luego un puentecito sobre el riachuelo, pronto se les acabaron las ideas sobre qué pedir al genio, así que este volvió a enfadarse y comenzó a desenvainar la espada. Entonces le mandaron que deshiciera algunas de las cosas que había construido y luego que las volviera a construir porque ya no sabían que más mandarle. "Quita el puente del riachuelo, deshaz el estanque, vuelve a hacerme otro estanque mejor, cambia los muebles de la casa...", le mandaban ya casi con angustia por que todas las órdenes eran cumplidas al instante y no podían parar ni un momento ya que el genio se enfadaba y les amenazaba con su espada.
Al llegar la noche apenas pudieron dormir ya que tenían que turnarse para dar órdenes al genio y así siguieron de muy mala manera ya que el genio en seguida estaba presto a sacar la espada y cortarles la cabeza en cuanto dejaban de mandarle cosas constantemente.
Al segundo día ya no podían más y el marido acudió muy temprano a la casa del vecino para ver si había regresado. Llamó a la puerta y el vecino le abrió. "Tienes que ayudarle", le dijo angustiado, "no puedo más, el genio no me deja vivir, ni disfrutar de todo lo que me ha dado; ya no sé que más mandarle y en cualquier momento va a acabar cortándome la cabeza, estoy desesperado, no sé que voy a hacer".
El vecino le miró con comprensión y le dijo: "Te lo advertí, no es fácil estar dándole ordenes siempre; pero no te preocupes yo sé como dominar al genio".
Juntos acudieron a la casa del matrimonio y el vecino ordenó al genio: "Genio, construye un pozo en el jardín que llegue hasta el centro de la tierra"; el genio chasqueó los dedos y al instante el pozo estuvo construido. "Bien, ahora coloca un poste en el centro del pozo que también llegue hasta el centro de la tierra" y el genio lo hizo. "Muy bien, ahora quiero que subas y bajes por el poste hasta que yo te diga"; con lo que el genio se puso a subir y bajar por el poste.
El vecino se volvió hacia el hombre y le dijo "Ves, no era tan difícil dominar al genio, pero hay que saber cómo hacerlo y qué ordenarle". Éste suspiró aliviado ya que algo que en un principio había creído ser una cosa estupenda se había transformado en una angustia ya que varias veces había estado a punto de perder la cabeza.
Al cabo de bastante tiempo el genio llamó a su amo para decirle que estaba cansado de subir y bajar por el poste, y que si le dejaba volver a su jarra, él solo haría lo que le mandaran sin agobiar a su dueño y sin utilizar más la espada.

Esto es un cuento para explicar la meditación de concentración en la respiración: El genio es nuestra mente y nuestros pensamientos, que sin control nos pueden llegar a hacer perder la cabeza ya que nos reclaman hacer algo constantemente. el poste y el pozo son la respiración, de manera que por medio de concentrar nuestra mente en la respiración podemos llegar a controlarla para que no nos vuelva locos; ya que si la concentramos en la respiración el tiempo suficiente la mente acaba cansándose y se rendirá de modo que logremos ser nosotros los que dominemos a nuestra mente y no ella la que nos domine a nosotros.

martes, 1 de marzo de 2011

UN RELATO SOBRE EL AMOR


Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos.
La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.
Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.
Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido jerséis en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...
Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.
Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.
Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.
Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.
El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:
- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?
- Seguro - fue la respuesta.
- Entonces en tres días estaré aquí.
Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.
El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.
Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.
A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.
Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.
           
            Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

lunes, 28 de febrero de 2011

EL ROBLE Y LA HIEDRA

Un hombre edificó su casa. Y la embelleció con un jardín interno. En el centro plantó un roble. Y el roble creció lentamente. Día a día  echaba raíces y fortalecía su tallo, para convertirlo en tronco, capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y lentamente.
¿Cómo estás, amigo roble?, preguntó una mañana la hiedra.
Bien, mi amiga, contestó el roble.
Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura, agregó la hiedra con mucha ironía. Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio.
No te burles, amiga", respondió muy humilde el roble.
Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha.
El roble creció con su ritmo firme y lento.
Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible.
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
" Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros. "

viernes, 25 de febrero de 2011

AHUYENTAR A LOS FANTASMAS

Durante años Hitoshi intentó - inútilmente - despertar el amor de aquella a quien consideraba ser la mujer de su vida. Pero el destino es irónico: el mismo día que ella lo aceptó como futuro marido, también descubrió que tenía una enfermedad incurable y le quedaba poco tiempo de vida. Seis meses después, ya a punto de morir, ella le pidió: Quiero que me prometas una cosa: que jamás te volverás a enamorar. Si lo haces, volveré  todas las noches para espantarte. Y cerró los ojos para siempre. Durante muchos meses, Hitoshi evitó aproximarse a otras mujeres, pero el destino continuó irónico, y él descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para casarse, el fantasma de su ex amada cumplió su promesa y apareció. Me estás traicionando - le dijo.
 Durante años te entregué mi corazón y tú no me correspondías -respondió Hitoshi - ¿No crees que merezco una segunda oportunidad de ser feliz?. Pero el fantasma de la ex amada no quiso saber disculpas, y todas las noches venía para asustarlo. Contaba con todo detalle lo que había sucedido durante el día, las palabras de amor que él había dicho a su novia, los besos y abrazos que se habían intercambiado.
Hitoshi ya no podía dormir, así que fue a buscar al maestro zen Bashó.
 Es un fantasma muy listo - comentó Bashó.
¡Ella sabe todo, hasta los menores detalles! Y ya está acabando con mi noviazgo, porque no consigo dormir y en los momentos de intimidad con mi amada me siento muy inhibido.
Vamos a alejar este fantasma - garantizó Bashó. Aquella noche cuando el fantasma retornó, Hitoshi lo abordó antes de que dijera la primera frase.
Eres un fantasma tan sabio, que haremos un trato. Como me vigilas todo el tiempo, te voy a preguntar algo que hice hoy: si aciertas abandono a mi novia y nunca más tendré mujer. Si te equivocas, has de prometer que no volverás a aparecer, so pena de ser condenado por los dioses a vagar para siempre en la oscuridad.
De acuerdo  respondió el fantasma, confiada.
 Esta tarde estaba en el almacén y en un determinado momento cogí un puñado de granos de trigo de dentro de un saco.
Sí, lo vi - dijo el fantasma. La pregunta es la siguiente: ¿cuántos granos de trigo tenía en mi mano?. El fantasma en ese instante comprendió que no conseguiría jamás responder la pregunta. Y para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna, decidió desaparecer para siempre. Dos días después Hitoshi fue hasta la casa del maestro zen.
Vine a darle las gracias.
Aprovecha para aprender las lecciones que hacen parte de esta experiencia - respondió Bashó.
"En primer lugar, aquel espíritu volvía siempre porque tenías miedo. Si quieres alejar una maldición, no le des la menor importancia."
"Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sensación de culpa: cuando nos sentimos culpables, siempre deseamos - inconscientemente - el castigo."
"Y, finalmente: nadie que realmente te amara te obligaría a hacer ese tipo de promesa. Si quieres entender el amor, aprende la libertad."
Paulo Coelho.

jueves, 24 de febrero de 2011

SOBRE LOS HIJOS

Y una mujer que llevaba  un niño contra su pecho le preguntó a un maestro: Háblanos de los hijos. Y él respondió: Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de los  anhelos que la vida tiene de si misma. Vienen por medio de vosotros, pero no de vosotros y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen. Podéis darles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos mas no sus almas, Porque sus almas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños os es dado visitar. Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis hacerlos como vosotros. Porque la vida no marcha hacia  atrás, ni se detiene en el ayer. Vosotros sois el arco por medio del cual vuestros hijos son disparados  como flechas vivas. El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y os dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos.
Que el hecho pues de estar doblados en manos del arquero sea para vuestra dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece  firma; por eso vosotros tuvisteis la oportunidad de  vivir vuestra vida  y la libertad de amar y hacer tu vida.  Deja que tus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no los reclames para que vuelvan, ellos te querrán por siempre y tendrán  también su nido del cual algún día ellos solos quedaran, pero fue su nido y su  vida, déjalos libres, ámalos con libertad, no apagues su fuego de su hogar vive y deja  vivir y ellos siempre te querrán.

Kahlil Gibran, "El Profeta"

miércoles, 23 de febrero de 2011

EL RATON Y LA RATONERA

Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete. Pensó, luego, qué tipo de comida podía haber allí. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera. Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos:"Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!.
"La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levanto la cabeza y dijo:
"Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, más no me perjudica en nada, no me incomoda.
"El ratón fue hasta el cordero y le dice: "Hay una ratonera en la casa, una ratonera!".
"Discúlpeme Sr. Ratón, más no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.
"El ratón se dirigió entonces a la vaca!, y la vaca le dijo "Pero acaso, estoy en peligro? Pienso que no" dijo la vaca. Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, para encarar a la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra picó a la mujer.
El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre.
Todo el mundo sabe que para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo.
El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir! los gastos del funeral.
"La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que como no es tuyo, no le prestas atención..........piénsalo dos veces".

viernes, 18 de febrero de 2011

LA MEDIA COBIJA

Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa, durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
A los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedirle un favor a su hijo.
Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia.
-¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí!
-Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo.
-Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa.
-Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo.
-Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡me siento tan solo!- ¿Quedarte a vivir aquí?, sí... claro... pero no se si estarías a gusto. Tú sabes, la casa es chica, mi esposa es muy especial...y luego los niños.
-Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
-No padre no es eso, sólo que... no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o sólo que no te moleste dormir en el patio...
-¿Dormir en el patio? Está bien.
El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de 12 años:
-Dime papá.
-Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una manta para que se cubra en la noche.
-Sí, con gusto papá... ¿y dónde va a dormir?
-En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa.
-Luis subió por la manta, tomó unas tijeras y la cortó en dos partes.
En ese momento llegó su padre:
-¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?
 -Sabes papá, estaba pensando...
-¿Pensando qué?
-En guardar la mitad de la manta para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.